QuePasaCOLIMA.- El obispo de Chilpancingo-Chilapa, Salvador
Rangel Mendoza, acaba de concluir que las 200 mujeres asesinadas en el estado
de Guerrero en lo que va de 2018, estaban vinculadas con el hampa o con la
prostitución.
Palabra
de obispo, infalible sentencia. Primero lo hizo el miércoles 17 de octubre,
cuando dijo que las mujeres asesinadas “no andaban precisamente en misa”.
La
expresión del miércoles pudo pasar como un error, un descuido declarativo, una
barrabasada involuntaria. Sin embargo, el domingo 22 de octubre, lo reiteró,
con la ya mencionada explicación sobre el vinculo con la delincuencia o el
ejercicio de la prostitución.
Esta
última declaración la hizo el prelado al concluir una marcha católica en contra
del aborto, una negación al derecho largamente reclamado por amplios sectores
de mujeres que sobre su cuerpo quieren decidir, y al que la Iglesia se opone.
Entre
las dos fechas de sus declaraciones, el 19 de octubre, otra marcha transitó por
las calles de Chilpancingo, exigiendo justicia y seguridad ante el asesinato de
la profesora Itzel Vega Radilla, maestra de escuela, madre de tres,
desaparecida la segunda semana de octubre y cuyo cuerpo fue encontrado el lunes
15 en un lote baldío.
En
ese contexto, no puede menos que reprobarse el discurso de odio por género. El
prelado se refirió específicamente a las mujeres víctimas de una violencia
letal, 200 hasta el pasado viernes 19, al dar los elementos para que la
sociedad concluya que si las mataron es porque se lo merecían.
No
hay datos que puedan soportar esas declaraciones y si los hubiera, no puede ser
justificante de la violencia feminicida. Una mujer asesinada, podrá tener
“vínculos” con la delincuencia y no por ello merece morir, como tampoco lo
merece aquella que se dedique al trabajo sexual, sea por autodeterminación o
por ser víctima de la trata, asunto este último que ni siquiera pasó por la
consideración del hombre de iglesia.
No
se justifica a la luz de la ley humana ni en la enseñanza cristiana que a su
ministerio compete.
Pero
también, como apuntó el corresponsal de Proceso en Guerrero, Ezequiel Flores,
el obispo Rangel hace eco de la forma en que el gobernador Héctor Astudillo ha
minimizado los indicadores de violencia.
Sí,
se trata de un discurso de odio por género, una posición machista y arbitraria
que en la discusión pública orienta a inhibir el reclamo de justicia y
seguridad para las mujeres, pero también de aligerar el reclamo sobre un mal
gobierno, incapaz de velar por el interés de sus ciudadanos, a partir de la
retórica de normalizar la violencia.
Guerrero
es la segunda entidad federativa más violenta del país. Hasta septiembre se
contabilizaban mil 693 asesinatos en lo que va de 2018, donde también han
asesinado este año a sacerdotes, como ocurrió en febrero pasado, cuando dos
curas murieron a tiros cuando transitaban en la carretera Taxco-Iguala.
Horas
después de su irresponsable declaración, sucedió el extraño incidente armado en
el domicilio del exarzobispo primado de México, Norberto Rivera Carrera, cobró
la vida de un agente de la Policía Bancaria en la Ciudad de México, durante un
ataque que pretendía allanar la residencia, conforme a la información difundida
horas después de los hechos…
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