La población indígena Tzotzil se encuentra entre las
más afectadas y, según el jefe del Departamento de Nutrición del Hospital de
San Cristóbal de las Casas, Luis Alberto Ferrera, cinco de cada diez consumen
refrescos a diario, lo que ha desencadenado altas tasas de obesidad y diabetes
QuePasaCOLIMA.-
La escasez de agua potable ha obligado a
los vecinos de San Cristobal de las Casas, en Chiapas, a saciar su sed bebiendo
más de dos litros diarios de Coca-Cola, lo que ha disparado enfermedades como
la diabetes y la obesidad.
Mientras
la mortalidad a causa de la diabetes aumentó un 30 por ciento en Chiapas entre
2013 y 2016, para muchas personas en esta zona de México es más fácil y
prácticamente igual de barato conseguir un refresco azucarado que una botella
de agua.
La población indígena Tzotzil se
encuentra entre las más afectadas y, según el jefe del Departamento de
Nutrición del Hospital de San Cristóbal de las Casas, Luis Alberto Ferrera,
cinco de cada diez consumen refrescos a diario, lo que ha desencadenado altas
tasas de obesidad y diabetes.
Coca-Cola produce en una planta
embotelladora local, Femsa, y vende la bebida por todo el país. Un acuerdo con
el Gobierno mexicano permite a esta planta extraer más de un millón de litros
de agua al día.
Margarita Gutiérrez, directora de Cambio
Sistémico e Incidencia Política de la Fundación Cántaro Azul, sostiene que al
no proveer el Estado agua segura, la compañía de refrescos se aprovecha de este
vacío, ya que “la gente necesita agua o algo que tomar”.
La experta destaca que además de que
los indígenas no tienen otras opciones de consumo de agua, tampoco cuentan con
información para decidir. “Nos saben que la Coca les causa diabetes, obesidad,
se desgastan los dientes”, afirma.
El refresco, dice Gutiérrez, llegó
además en un contexto muy oportuno porque “la gente adoptó la Coca-Cola de una
manera fortísima; la introdujo y la adoptó a su cultura”.
Mística y moneda de cambio
La bebida está tan presente entre los
habitantes de San Cristóbal de las Casas –adorna farmacias, restaurantes y
hasta las entradas de los pueblos– que incluso se usa como ofrenda en ritos
religiosos y como moneda de cambio.
“Coca-Cola es una ofrenda para el
trabajo diario y una ofrenda a Dios”, sentencia María López, una curandera
indígena con base en Chiapas, que compara el refresco con el ‘pox’, una bebida
maya hecha con caña de azúcar.
Rigoberto Alfaro, profesor de Ciencias
Sociales en la Universidad Autónoma de Chiapas, comenta que “con la llegada de
la Coca-Cola en botellas de vidrio, las comunidades (indígenas) lo vieron como
algo místico, no solo por su forma sino también por su sabor”, y apunta que la
población indígena la ha adoptado “como si fuera algo de los dioses, una bebida
mágica”.
Alfaro asegura que Coca-Cola ha
realizado una estrategia comercial muy interesante: en la ciudad, el coste de
una Coca-Cola tiene un valor, pero en las zonas rurales es más barata. Si una
persona no tiene dinero, puede usar el refresco como moneda de cambio.
“Cuando la gente tiene que ofrecer una
dote a una persona joven, se la dan en dinero o en su equivalente en botella de
Coca-Cola”, afirma el profesor.
¿Qué dice Coca-Cola?
En un comunicado de prensa publicado en
su página web en julio, la compañía de refrescos asegura conocer los desafíos a
los que se enfrenta la comunidad de San Cristóbal y dice que han estado
“trabajando con ellos durante casi una década para proporcionar tanques de agua
comunitarios, recolectores de agua y proyectos de conservación del agua para ayudar
a abordar este problema”.
Según la compañía, su planta
embotelladora paga una tasa de mercado establecida y regulada por el Gobierno
mexicano y basada en el uso de agua en Chiapas. “No importa dónde operemos.
Evaluamos constantemente la sostenibilidad de nuestro uso del agua y
asegurándonos de que nuestro negocio no interfiera con las necesidades de las
comunidades locales”.
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