Un informe de inteligencia
militar al que este semanario tuvo acceso responsabiliza a los sucesivos
gobernadores panistas de Guanajuato de la actual crisis de inseguridad, ya que
desde hace una década se les advirtió que los cárteles michoacanos y el más poderoso
de Jalisco tendían a controlar los municipios limítrofes. Además, los autores
alertan que las señales del actual mandatario estatal, Diego Sinhué Rodríguez,
así como la continuidad de la violencia, ya tienen a la población local
arrepentida de haber votado por el representante panista en julio pasado.
QuePasaCOLIMA.-
Con más de 4 mil asesinatos con armas de
fuego en los últimos tres años y 3 mil delitos graves, como secuestros,
extorsiones y homicidios el año pasado, la tierra del expresidente Vicente Fox
se ha convertido en una de las entidades más inseguras y violentas del país, a
pesar de que desde hace una década
autoridades de inteligencia castrense le previnieron al gobernador Juan
Manuel Oliva y a los dos siguientes –Héctor López Santillana y Miguel Márquez–
que Guanajuato estaba en la mira del crimen organizado.
Pero
los panistas desairaron las advertencias y prefirieron invertir en votos para
seguir gobernando, en lugar de atajar la llegada de grupos criminales de
Michoacán y Jalisco que hoy se disputan el control del territorio con un grupo
local llamado el Cártel de Santa Rosa de Lima.
Por
los caminos de Guanajuato el tráfico de drogas, el huachicoleo y el asalto de
trenes son una constante. De acuerdo con documentos de inteligencia militar a
los que este semanario tuvo acceso, desde la administración de Juan Manuel
Oliva se detectó la presencia de Los Zetas y La Familia Michoacana en
municipios limítrofes con Michoacán; posteriormente se registró también la
llegada de Los Caballeros Templarios. A éstos se añadió hace poco el Cártel de
Jalisco Nueva Generación (CJNG), y sus pugnas con los otros grupos generaron
una espiral de violencia que jamás se había visto en el estado.
Recientemente
se desplegó un operativo especial con la Policía Militar, se incrementaron los
elementos de las fuerzas de seguridad pública estatales, se instauró el Mando
Único y se echó a andar Escudo, programa que implicó un gasto de 2 mil 700
millones de pesos en tecnología, pero las ejecuciones no siguen aumentando.
Según
el Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), en tres años y medio se
cometieron en Guanajuato 4 mil 97 homicidios dolosos, la mayoría con armas de
fuego. En 2017 se contabilizaron mil 84 de esos crímenes, en 953 de los cuales
se usaron armas de fuego, y de enero a junio de 2018 suman mil 203. El Informe
de Víctimas de Homicidio, Secuestro y Extorsión señala que el año pasado hubo 3
mil 302 víctimas de estos delitos graves.
“La
delincuencia organizada es un fenómeno que afecta a todas las entidades del
país en forma diferenciada; sin embargo, existen factores diversos que permiten
su desarrollo y expansión. En forma general podemos identificar en la entidad
el accionar de organizaciones delictivas dedicadas a la falsificación o
alteración de moneda, contra la salud, operaciones con recursos de procedencia
ilícita, tráfico de menores e indocumentados, robo de vehículos, asalto
organizado, robo y comercialización de carburantes, robo al transporte
carretero y ferrocarrilero”, sostiene uno de los documentos militares
mencionados.
En
ese informe se asienta que, desde el comienzo de la expansión de La Familia
Michoacana en 2008, se notificó al gobierno del estado sobre el incremento de
la violencia y los delitos de diversa magnitud en los municipios limítrofes de
Guanajuato, Michoacán y Jalisco. Como los gobiernos panistas de la primera
entidad no aplicaron las medidas preventivas que se les propusieron, las
organizaciones criminales se apoderaron de los controles político,
administrativo y social de los territorios, “ejerciendo una dinámica hacia el
centro del estado de Guanajuato”.
Precisa:
“Tanto los restos de las organizaciones delictivas provenientes de Michoacán
como de los integrantes del CJNG que se asentaron en los municipios limítrofes
comenzaron su expansión hacia el centro de la entidad y fueron ampliando sus
capacidades, habida cuenta que descubrieron una sociedad agraria progresista,
una industria pujante y prometedora, pero sobre todo hallaron la mina de oro
del huachicol, el gas natural y el robo a los ferrocarriles.
“Estas
actividades habían estado presentes por mucho tiempo en el entorno estatal,
pero limitadas a grupos delincuenciales de baja monta y poca organización, así
como de gente de asentamientos irregulares a lo largo del desplante ferroviario
que hacían su día a día con la sustracción de productos de toda clase
transportados con la nula capacidad de las autoridades para contenerlo ya sea
por ineficiencia, omisión o corrupción.”
Frente
a este escenario, el diagnóstico señala que los grupos delictivos no tardaron
mucho tiempo en percatarse de las ganancias que tendrían con estas actividades
ilícitas y estalló la guerra entre ellos por controlarlas.
Se
insiste en el informe que a los tres últimos gobernadores panistas se les pidió
que tomaran medidas para enfrentar con urgencia esta situación, pero mostraron
falta de interés para dedicarle recursos humanos, materiales y económicos a la
crisis de seguridad.
“La
inversión que no se realizó en su momento ahora resultará en extremo onerosa,
se requieren fuertes cantidades en recursos humanos, equipamiento, logística,
armamento y medios de inteligencia. Los gobiernos involucrados, exceptuando por
el momento el actual de Diego Sinhué Rodríguez Vallejo, decidieron escatimar
dinero a la solución del problema, la inversión en estos temas es muy cara y
produce menos votos que convirtiéndolos en despensas.”
En
el documento militar se advierte: “Se buscaron soluciones de emergencia por
parte del gobierno de Miguel Márquez Márquez, como es el caso desesperado de
acordar con la Sedena la creación de una brigada de policía militar, aportando
gran parte de los costos que conllevó su implementación. Se buscó el remedio
pero el mal ya estaba descontrolado y el cuerpo a punto de colapsar. Resulta
evidente que, como se encuentra de desatada la delincuencia en todo el estado,
se necesitará más que una brigada de Policía Militar y muchos más recursos para
contener la enfermedad”.
Además,
señala que ahora la sociedad guanajuatense está desorientada con las señales
del gobernador Rodríguez Vallejo, quien ratificó al procurador Carlos Zamarripa
Aguirre, que ha estado en más de dos sexenios en el puesto, y al secretario de
Seguridad Alvar Cabeza de Vaca, a pesar de que ambos han sido incapaces de
reducir la violencia.
CJNG
contra el Cártel de Santa Rosa
Los
más de 4 mil asesinatos dolosos con armas de fuego son la expresión de la
guerra entre cinco grupos criminales por el control de Guanajuato: La Familia
Michoacana, Los Caballeros Templarios, Los Zetas, el Cártel de Santa Rosa de
Lima y el CJNG.
“La
prospectiva resulta de lo más preocupante, en virtud de que conforme las
organizaciones criminales se van asentando y su control se hace más firme, sus
métodos de actuación alcanzan niveles de eficiencia y cooptación de
autoridades, y prácticamente nadie se escapa de su nociva influencia, por los
que es de extrema urgencia la actuación de la fuerza del Estado en la
contención de este fenómeno, dadas las afectaciones sociales, económicas y de
todo tipo que causa”, expone el informe de inteligencia militar.
Al
explicar la presencia de los grupos delictivos provenientes de Michoacán,
indica que cuando existen pugnas entre ellos es común que los grupos derrotados
o sin líderes se vayan a otras entidades y traten de incorporarse en otros
grupos criminales o se reorganicen en nuevas células.
Se
supone que esto ocurrió desde 2010 con La Familia Michoacana y Los Caballeros
Templarios, algunos de cuyos sobrevivientes se refugiaron en Jalisco y otros en
municipios colindantes de Guanajuato: Coroneo, Los Apaseos, Tarandácuaro,
Acámbaro, Tarimori, Salvatierra, Santiago Maravatío, Uriangato, Moroleón,
Yuriria, Pénjamo e incluso Celaya.
En
tanto que el CJNG llegó a las poblaciones más importantes: San Miguel Allende,
Celaya, Irapuato, Salamanca, Silao, Pénjamo y León. Esta última ciudad les
interesa mucho porque tiene la mitad de la población estatal y su actividad
económica es la más importante.
Destaca
que el CJNG tiene una estructura piramidal en donde se ubican en orden
descendente los líderes, lugartenientes, sicarios, transportistas o movedores
por tierra, mar y aire. Además, cuenta con una red de abogados, financieros y
tecnócratas, además de tener contactos con médicos para atender a sus heridos.
Este
cártel ha tenido un éxito extraordinario y existen evidencias de que opera en
toda Norteamérica y varios países de América Latina, Europa, Asia, África y
Oceanía. Por eso es la organización más fuerte en esa disputa contra los
michoacanos y el local cártel de Santa Rosa de Lima, que en 2017 se dio a
conocer mediante un video en el que se ve a un centenar de sujetos fuertemente
armados. El pasado 16 de julio, el comandante de la 16 Zona Militar, con sede
en Irapuato, Bernardo Ramírez García, aseguró que estas dos últimas
organizaciones se disputan la plaza de Guanajuato.
Por
su parte, las autoridades estatales consideran que hasta 90% de los homicidios
dolosos tienen relación con el robo de hidrocarburos.
Inconformidad
Ante
la violencia e inseguridad que sufre Guanajuato en los últimos tres años, los
autores del informe militar registran la inconformidad de los ciudadanos,
quienes “reconocen que tal vez haya sido un error brindarle la confianza al
partido político que ahora los tiene sumidos en esta vorágine de angustia y
miedo, e incluso han externado abiertamente que tal vez el elegir otra opción
política el pasado 1 de julio hubiera sido lo conveniente”.
Advierte
que para la población es difícil entender cómo por un lado se reciben
reconocimientos y acreditaciones internacionales por altos estándares en la
actuación policial y por el otro el Estado se clasifica como el más violento
del país:
“Para
la ciudadanía en general no se entiende el mensaje o discurso que emite la
autoridad; entiende lo que percibe, las estadísticas y lo que le impacta. La
sociedad civil ha calificado a las corporaciones de seguridad pública y a sus
autoridades como un sistema lleno de opacidad, complicidad, ineficacia,
indolencia, desidia y negligencia, y se han inmerso en grupos organizados con
propuestas incluyentes para empujar a un sistema incluyente entre autoridades,
ciudadanos y grupos organizados que den pie a cambios profundos en búsqueda de
un sistema más justo, transparente, con voz de las víctimas en los procesos
penales.”
A
partir de esta evaluación ciudadana recogida por los autores del diagnóstico se
recomienda incrementar el apoyo a los órganos de inteligencia del Sistema de
Procuración de Justicia y de Seguridad Pública, dotándolos de la máxima
capacidad para que, sin dejar de observar las limitaciones que la ley impone,
se transformen en un eficiente auxiliar que provea de “inteligencia
ministerial” e inteligencia operativa necesaria para atacar de raíz a las
organizaciones delictivas.
Mientras
que a los poderes Ejecutivo y Legislativo le proponen abrir mesas de diálogo
directamente con la sociedad civil en busca de soluciones contra la corrupción,
la delincuencia y la impunidad, pero también a fin de establecer mecanismos
formales de corresponsabilidad, en los cuales los ciudadanos tengan voz y voto,
y no sólo propongan iniciativas, sino que validen su factibilidad y viabilidad
jurídica, operativa y financiera.
En
tanto, indican los analistas militares, se realizan operativos policiacos
desarticulados, con conflictos de liderazgo y mando, con información cruzada e
incluso filtración de información hacia usuarios no autorizados. De ahí que
urge tener el registro de los policías dados de baja y que podrían estar
actuando bajo las órdenes de los grupos criminales.
Por
esas razones la inteligencia militar expone que urgen cambios sustanciales y
que el gobierno estatal “impulse el estado de derecho y políticas públicas para
abatir los niveles de inseguridad”, así como invertir en las áreas de
inteligencia ministerial y operativa.
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