En Venezuela
está en marcha un intento de golpe de Estado apoyado por el presidente
norteamericano Donald Trump. El golpismo ha vuelto a América Latina y parece
que viene para quedarse.
QuePasaCOLIMA.- Llamemos a las cosas por su nombre. En Venezuela está
en marcha un intento de golpe de Estado apoyado por el presidente
norteamericano Donald Trump. El golpismo ha vuelto a América Latina y parece
que viene para quedarse. El siglo XXI ya ha visto el éxito de tres “golpes
blandos” en Paraguay, Honduras y Brasil dirigidos contra mandatarios
progresistas, así como otros muchos fallidos en la mayoría de los países en los
que en este siglo se han ido formado gobiernos con una clara voluntad de
redistribuir la riqueza y afirmar su soberanía nacional frente a los EEUU.
El caso de
Venezuela con la autoproclamación de Juan Guaidó como presidente de la
República, invocando dos artículos de la misma Constitución bolivariana que la
oposición siempre ha combatido con furia, se inscribe en esta nueva modalidad
de “golpes constitucionales” o “golpes judiciales” apoyados por los EEUU y las
élites locales. Un golpismo postmoderno más estético y presentable que las
juntas militares de los años 70, al estilo de Pinochet o Videla, pero que
igualmente puede terminar en un baño de sangre si la comunidad internacional no
se moviliza activamente por una solución pacífica y negociada del conflicto.
No necesitas
ser fan de Nicolás Maduro para oponerte al golpe de Estado. Puedes desconfiar
del actual presidente de Venezuela e incluso aborrecer la revolución
bolivariana iniciada en 1999 por Hugo Chávez y al mismo tiempo ser un demócrata
y considerar que si Venezuela quiere cambiar de gobierno tendrá que decidirlo
en las urnas. ¿Por qué no? Y es que a pesar de todas tus reservas políticas
hacia el gobierno venezolano, pese a sus sombras y excesos, ni Venezuela es una
dictadura ni Juan Guaidó el presidente legítimo de otra cosa que no sea la
república independiente de su casa.
El apoyo de
los Aznar Boy´s, Casado, Rivera y Abascal, al “autoproclamado” forma parte de
lo previsible. Las evasivas y los silencios de nuestro ministro de exteriores,
el mismo que no dudó en tirarse al monte para hablar de “golpe de Estado de un
régimen neodictatorial” en Catalunya, forman parte de lo inquietante.
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