QuePasaCOLIMA.- Por sus
condiciones ambientales, geográficas y climáticas; rodeado el valle de cerros y
montañas, que abastecen de maravillas y de vida a los municipios; Colima es un
paraíso. De un momento estás desde la montaña en las agradables arenas de las
bellas playas de Manzanillo. Y de aquí, si
quieres irte por el viejo camino de Miraflores, puedes llegar hasta
Colima, rodeando paisajes y
viendo flora de todos los tipos.
Pero, por el
otro lado, por el lado de la
descomposición política y moral de 90 años de latrocinios, contubernios,
mafias y traidores de la patria, que es
la realidad del nonagenario PRI; ese bello paraíso padece las consecuencias
de la corrupción y la mala gobernabilidad. Salvo algunos destellos de
inteligencia política en los destinos del
estado; la mayoría ha sido corrupción y más corrupción.
Pero el
colmo de los colmos, el non plus ultra del fracaso de los gobiernos, y el deterioro social de nuestra querida
Colima, lo representa el actual gobierno
de Ignacio Peralta Sánchez, alias Nachito, diminutivo sarcástico con que el pueblo le dice por su
imberbe e incapaz forma de gobernar.
A muchos
colimenses engañó, pues en aquellos días de su campaña, aseguraba que se iba a
vivir feliz en Colima, y algunos le
creyeron, ingenuamente, porque no tenían opción: el abanico de candidatos era
muy mediocre; y el elector se debatía entre esta
fallida promesa que lo era Nachin, y el locuaz y estigmatizado de
corrupto, para más señas JLPR.
Esos
electores que creyeron en la demagogia característica de 90 años de
totalitarismo priista, decían que el joven traía estudios en la vieja
Inglaterra, y que, incluso compartía acercamientos de amistad con el hoy en
capilla, por corrupto, Luis Videgaray. Y en esas anda también el neomorenista Mario Delgado Carrillo, de
compañías cuestionables.
Pero nada de
esos estudios se ha notado en la forma de gobernar, pues nachito se encuentra
en la última posición de los peores
gobernadores del país. Si viviera el marques Manuel Sánchez Silva, se apenaría;
o el colega columnista que fue, Rubén Peralta Ceballos, con su ironía
brillante, haría lo propio. Si bien lo que Natura niega, no lo da Leicester;
tampoco lo que la inteligencia niega, no lo dan los genes.
Ha todos ha
sorprendido la incapacidad de Nacho para
encarar los problemas tradicionales que se presentan a la hora de
gobernar un estado; y mucho menos la
novedosa problemática de profundos y
gravísimos problemas en la que prominentes miembros de su gobierno se han hundido, junto con él, en el descredito moral
y político.
Anda
meando fuera de la olla, denostando las enormes y sensibles protestas que hace el
gobierno más respaldado de la
historia moderna nacional, el de AMLO; y esos ataques, qué barbaridad, los endereza desde el fondo moral y político a donde se encuentra como gobernador de Colima.
El gobierno
que representa Nacho Peralta y -muy lamentablemente- nuestra propia entidad se
encuentran en el fondo; aquel del descredito y la incapacidad para gobernar, y
nuestra entidad de la violencia donde nadie parece estar seguro, ni las
personas de la tercera edad, ni los taxistas, ni nadie. Pero esta situación, de gobierno fallido, parece
no importarle nada a un gobernante
distante de toda conciencia sobre la función pública. Y lejos de llamar a su
gabinete y a sus seudoasores y funcionarios de secretarías -que vegetan, como
es el estilo de este sexenio- a que rindan cuentas de su propia incapacidad
para atender todos los asuntos y dar resultados: se va a la zona dorada
angelina de California, siguiendo los
pasos y modos y costumbres de sus
antecesores, en gastos faraónicos y reuniones
bizantinas que ningún beneficio real le han traído a Colima, salvo el impacto a la nómina pública.
Cuando la
sociedad colimense, conmocionada ante el grado de presunta descomposición
caligulezca de un secretario del gabinete nachista, clamaba por justicia para los familiares de
las cuatro personas mayores asesinadas en un radio céntrico, y del jovencito
menor de edad en la casa de fiestas del
secretario, donde se compartía con
amiguitos y profesionales de la diversión sexual; el gobernador Ignacio
Peralta huía de los cuestionamientos, yéndose hasta la dorada California,
dizque a tener reuniones con organismos del comercio e inversionistas. Como si
no supiera el pueblo colimense que precisamente la inversión se aleja por la
realidad de violencia, corrupción e inseguridad pública de nuestra querida y paradisiaca entidad.
Yo no
recuerdo que Griselda Álvarez, de
luminosidad personal en el gobierno,
haya ido a California con el pretexto de impulsar el desarrollo de Colima como
escudo para ir a pasearse, o desentenderse de problemas –que no los tuvo- como
los que padece por incapacidad el actual
gobernante.
Ni viendo
entiende el gobernador. Debería aprender de López Obrador, que ha
cancelado pasarelas mundiales, porque
está entregado a poner orden inicial al desmadre en que la pandilla de amigos
de Nacho Peralta, le dejaron al país. Ni
tampoco, como Nacho, el pelón Alfaro,
gobernador de Jalisco, lo
entendió, pues, también siguió
los frívolos pasos de irse a
California dizque a promover a la perla
tapatía. Colima ni Jalisco necesitan de
falsos promotores de su economía. Pues su futuro es luminoso, y llegará el día
en que en Colima, no falta mucho, se tenga una
persona en el gobierno, con gran capacidad y moralidad pública, ¡me
canso ganso!
PUNTO Y RAYA
¡Serenos,
muchachos!
El gobierno
federal y la fuerza partidista que lo
respalda, están siendo objeto de duros ataques de una derecha molacha, ciega,
tuerta, pero no muda. Pues por todos
lados y valiéndose de personeros,
cuestiona día tras día los logros del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Pero, ese juego sucio, de una ciega, tuerta, molacha y sorda, -pero no muda-
derecha: le harán lo que el viento le hizo a Juárez ¿y que le hizo? la ventisca
solo le meció la cabeza al patricio.
Poco a poco
van surgiendo informaciones que tendrán que seguirse por la vía jurídica,
contra aquellos corruptos que, orquestados y aceitados por y desde el poder.
Trataban de impedir el arribo al gobierno de verdaderos y sensibles gobernantes
justicieros. Uno de esos instrumentos
licenciosos por sí mismo, fue el historiador Enrique Krause, embarrado en un complot
internacional para impedir el victorioso triunfo, que al final se dio,
en la persona del hoy presidente Andrés Manuel López Obrador. Y si se llevaron,
van a tener que aguantar. ¡Hasta la
próxima!
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